La selección chilena enfrenta un desafío singular este sábado al medirse ante Rusia en Sochi, un rival marcado por la controversia internacional pero que llega con una impresionante racha invicta. El duelo ha puesto en el centro de la conversación las complejas repercusiones políticas y deportivas que aún persiguen al combinado ruso, excluido de las competencias oficiales desde 2022. Al mismo tiempo, para Chile, este amistoso representa una oportunidad clave en medio de su proceso de renovación futbolística y de inactividad competitiva tras quedar fuera del próximo Mundial.
Desde febrero de 2022, la FIFA y la UEFA suspendieron a Rusia de todas las competencias internacionales a raíz de la invasión de Ucrania. Esto impidió que el equipo eslavo terminara las clasificatorias al Mundial de Qatar 2022, así como su participación en la Eurocopa y otros torneos oficiales. Los clubes rusos también sufrieron la descalificación de competencias europeas, efecto que resuena hasta hoy en el fútbol global.
Ante su exclusión, Rusia ha sostenido su actividad enfrentándose a selecciones de países aliados y rivales sin gran tradición futbolística. Los rusos acumulan una racha de 17 partidos sin perder, enfrentando equipos como Brunei, Cuba y Bolivia. Desde septiembre de 2023 no registran derrotas.
El anuncio del partido generó rechazo inmediato de sectores diplomáticos ucranianos. El embajador de Ucrania en Chile expresó su preocupación a través de una carta pública, señalando que cualquier partido con Rusia "se percibe como una forma de legitimación del régimen agresor". Destacó el consenso internacional de no normalizar relaciones deportivas mientras continúe la invasión.
Desde la ANFP, Pablo Milad defendió la decisión argumentando que "el fútbol se aleja de los conflictos bélicos, políticos y religiosos", además de puntualizar que "FIFA autorizó a Rusia a jugar el partido". Para reducir la tensión, la federación chilena contactó a la federación ucraniana y reiteró que el encuentro solo respondía a intereses deportivos.
El amistoso responde a dos razones principales para Chile. La primera, de índole deportiva, apunta a mantener la actividad de la Roja mientras avanza el proceso de recambio bajo el interinato de Nicolás Córdova. En segundo lugar, existe un componente económico: la ANFP recibirá cerca de US$ 800 mil por los partidos en Sochi y no deberá costear el traslado. La delegación chilena incluyó a 30 personas en el viaje.
Un punto en común destacado en todos los artículos es la figura de Ignacio Saavedra, actual jugador del PFC Sochi, quien tendrá la oportunidad de jugar "de local" ante la selección rusa. Saavedra relató que, tras su llegada al club en 2023, vivió una transformación futbolística significativa, adaptando su rol en el campo. Destacó el alto nivel competitivo de la liga rusa y la fortaleza del equipo nacional europeo, asegurando que "es una selección muy fuerte, que tiene mucho recorrido y juega muy bien".
Solo tres de los 27 nominados por el técnico ruso Valery Karpin juegan fuera de la liga local: Matvéy Safónov (PSG), Aleksandr Golovín (Mónaco) y Aleksei Miranchuk (Atlanta United). El resto mantiene su actividad exclusivamente en Rusia, reflejando las consecuencias del aislamiento internacional.
El entorno del partido refleja la intersección entre la política internacional y el fútbol, la necesidad de actividad para ambas selecciones y el impacto del conflicto geopolítico en las oportunidades deportivas. Rusia, pese al veto, sostiene su calendario con duelos amistosos, mientras que Chile busca continuidad y recursos en medio de un escenario global convulsionado.